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martes, 18 de marzo de 2008

Hasta el último segundo

Me encuentro inmersa en un vaso medio vacío de agua helada. El frío no me deja respirar, me atonta, no me deja ni pensar. Sólo puedo sentir dolor, sólo puedo desear que acabe.
No lo llamaría sueño eterno, no lo llamaría desaparecer, bastante hago con decir que no lo llamaría nada, bastante hago con desear algo inexistente. ¿Algún día caldeará el agua?¿Algún día el frío dolor mitigará?¿Algún día nadare en un vaso medio lleno?¿Cuánto tendré que esperar?
Soy el cebo que un pez adentra en las profundidades de un gran mar, soy el plomo que se rinde ante su propio peso y se ahoga lentamente.
El sedal que me sujetaba ha roto, el cabo que me amarraba al puerto ha caído...¿A dónde voy? Viajo sin querer. Naufrago cuando hace nada navegaba. Los vendavales soportados se tornan en cálidas brisas porque ahora hay una calma fría, estoy sola.
De vez en cuando una isla, un paraíso emerge de las profundidades. El agua cristalina me permite ver el fondo sin problemas pero, aquella isla está desierta. Vuelvo a naufragar el resto de mi vida mientas miro al infinito que se acerca y me pregunto cuánto tardaré en llegar.
Aquel pez, aquel plomo, aquel sedal, aquel cabo... cambió la dirección de mi vida entera meciéndola cruelmente en las turbias aguas de este gran vaso sin motivos por los que protestar; me avisaron de que acechaba el pez, me avisaron de que si tensaba el sedal rompería, de que si el cabo no está bien atado, tarde o temprano, se soltaría.
Y todo es inevitable y todo es esperado y todo es ignorado, hasta el último segundo, cuando despiertas de tu dulce engaño.