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sábado, 16 de noviembre de 2013

¿Quién no quiere mejorar?

Ser mejores, ¿cómo? No podremos avanzar ya no sólo como nación, sino como sociedad, hasta que se valore como se merece el papel de la educación como base de nuestro desarrollo. Hasta que nos sentemos y le dediquemos el tiempo que sea necesario a mejorar este sistema que cada vez deja más que desear y nos afecta negativamente.

Tomémoslo como una honesta inversión a largo plazo, sin volver al pasado, sin intereses de un pequeño colectivo, trabajando duramente en el presente. Avanzando.

A fin de cuentas todos – absolutamente todos – somos producto de una “mala educación”, en el sentido más amplio del término, la cual idealizamos y sentenciamos tajantemente como definitiva. La educación se renueva, revoluciona y vibra, es curiosa y mueve masas, desarrolla nuestro potencial y no se estanca, forja nuestro futuro, nos hace más humanos, más libres y en parte por ello, más sabios. Mejores.

Es una auténtica pena que aunque esto no sea nada nuevo haya gente que haga lo imposible por olvidarlo; por conseguir que las aguas de ese gran estanque no se abran al océano.