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domingo, 31 de julio de 2011

Veragueando pasas los días

Ahora, en verano, no hace falta mucho. Una toalla y un buen día. Unos cuantos árboles alrededor y ganas de observar con la mente en blanco. Justo eso es a lo que nos dedicamos hoy, sin agobios ni presiones, dormitando la mayor parte de la tarde y entreabriendo los ojos, sin dejar pasar demasiado el sol, para mirar algo mas allá de lo que deslumbra.
Los contrastes y los colores que ves, los que no ves e imaginas y los que hasta puedes tocar. Huele a templado. Si miras el mar y te centras, notas como los músculos de los brazos y las piernas tienen ganas de arrastrar el agua hacia los lados y avanzar hacia las frías profundidades.
Escuecen los ojos. Los abriste demasiado y empiezan a llorar. Los cierras. Te das la vuelta y cuando te despiertas la marea ha subido considerablemente y está a cuatro metros de acariciarte. 
Te retiras con el sol hasta otro día.



jueves, 28 de julio de 2011

Reciclando.

Paso mis dedos por la cara surcando las incipientes arrugas de mi frente y ojos. Poco a poco se van marcando más y más y sin poder hacer nada ante mi asombro y el rápido paso del tiempo me consumo recordando que nada es eterno. Yo no soy una excepción.
Mi imagen se vuelve amarga y rota y mi pensamiento sigue igual de vivo y entero. 
¿Habrá mayor sufrimiento que la consciencia del paso del tiempo?


martes, 26 de julio de 2011

M. Perales


¿Hace cuántos años te fuiste? Sobre cuatro, más o menos.
Han sido muy largos sin ti, de veras. Muy largos. Mi vida ha continuado, como la tuya  aunque mantuvimos el contacto, no tanto como me hubiese gustado al principio pero con el paso de los meses una se va  acostumbrando, ya sabes.

Aunque nos conocemos desde, literalmente, los cinco años, recuerdo con más claridad que allá por el 2006/2007 estábamos todos juntos; unos críos de quince, dieciséis y diecisiete. Muy unidos y siempre sonrientes.




Recuerdo también aquellas tardes que pasábamos en Amboage, comiendo pipas sentados en un banco, charlando durante casi tres horas sin darnos cuenta de que se nos iba haciendo tarde y sin querer volver a casa, nuestras cenas en el chino de la calle Dolores y las tardes en el pantalán del Montón. Las Navidades en casa de tu abuela Coca y las reuniones con tu familia en la cocina de tu casa, los detalles de tu madre (tía Bárbara para todas), los medallones que nos regaló y que todas conservamos.



Las conversaciones telefónicas que duraban horas, horas y más horas y las excursiones y comidas 'interfamiliares' que hacíamos al monte.

Vernos crecer.

Sabes, siempre estuve más unida a ti que al resto. Congeniamos bien desde siempre aunque cuando empezamos a llevarnos 'más' en las Discípulas lo único que se te pasaba a ti por la cabeza era: '¿Y por qué me hablará ésta?', un pensamiento muy tuyo, sí.

Ay, María. Han sido muchas cosas las que he vivido sin ti. Muchísimas. He pasado por momento buenos, buenísimos, malos y muy malos y a veces ni siquiera podía mantenerte informada de ellos ni apoyarme en ti aunque a la vez me ha ayudado salir adelante saber que estabas en algún lugar, deseando volver con nosotros, volver a lo de siempre con los de siempre.
Y es que con el paso de los años me he dado cuenta de que toda esta gente que he conocido, todos estos a los que en algún momento llamé amigos; con los que no mantengo contacto o lo he roto y ya no están... nunca, nunca, nunca, nunca me aportaron lo que tú me aportaste. Nunca. Porque como dice mi madre: ' Lo bueno de que María vuelva es que estaréis mejor, que sois como hermanas'.



Es cierto, por lo menos yo estaré mejor. No piso mucho Ferrol, es un pueblo gris y sin vosotros no me siento tan a gusto como antes. Tengo ganas de que eso cambie.

Sé que el próximo año no será en un principio muy agradable, echarás muchas cosas en falta. Tú también lo sabes pero vivirás conmigo. Conmigo y con Fátima, 'tus niñas'. Las que estarán ahí para ti y te ayudarán a salir adelante.



Has viajado mucho  y empezado de cero muchas veces pero el año que entra será diferente, no empezarás sola, continuarás con nosotras, las niñas de siempre.

sábado, 16 de julio de 2011

Remordimientos y final no-feliz

Es horrorosa la sensación de querer llorar en todos lados, aunque es comparable a la de sentir que en cualquier momento vas a estallar en lágrimas.
No hacen falta razones, solo malestar y volver a casa. Bueno, quizás una razón sí, remordimientos...

Remordimientos de creer haber actuado bien y al final que te caiga un cubo de agua helada encima (sin que nadie de alrededor te tienda una toalla). Remordimientos, soledad y ganas de que todo acabe.

jueves, 14 de julio de 2011

It's different

Tras mucho cavilar y darle vueltas al asunto, llegó a la conclusión de que nada servía molestarse por aquella tontería; una tontería, sí. Nada más y nada menos. Y es que ¿acaso errar no es de humanos? ¿y tratar de enmendar el fallo y reconocerlo de sabios? Según ella nada había más cierto que esa afirmación… bueno, una cosa sí ‘no hay mal que por bien no venga’. A su madre esa frase hecha le parecía una estupidez pero la vida le había demostrado lo contrario, su corta vida estaba llena de casualidades y planes truncados que por cosa del destino acabaron saliendo bien. Muchos errores enmendados podríamos decir. Ella se sentía orgullosa de esos errores aunque en ocasiones se avergonzaba de ellos pero no cabe la menor duda de que la llevaron a ser como es, digamos… diferente.

Es aquí donde comienza nuestra historia, en este punto. La diferencia es lo que nos lleva a narrar los siguientes acontecimientos que, sin duda, para alguien común no serán en absoluto interesantes pero alguien que tiene la vida escrita en los ojos es capaz de apreciar. ¿Tenéis ganas de saberlo? Lo supongo, yo también las sentía y es que el gran error que la llevo a ser diferente fue desvelar su secreto, su más profundo secreto:  No sabía odiar.

Odio, sin duda es uno de los sentimientos más fuertes, justo por detrás del Amor. Odio. Ella era la persona más fuerte que había conocido nunca, sentía Amor, siempre, por todos y todo.
Quizás por eso la trataron tan mal, quizás por eso también sufrió tanto y llovieron sus mejillas, es posible que por ese mismo motivo consiguiese, un buen día, a alguien que sentía por ella lo mismo que ella por el mundo. Nunca nadie había sentido eso por ella, fue ese el día en el que lo encontró; un alguien diferente que como ella había cometido otro error fatídico, como ya dije: quererla.

El resto lo podéis imaginar, es una historia sin final y el desarrollo os trae sin cuidado. Lo que importa es el principio y estas dos últimas preguntas: ¿por qué lo diferente atrae tanto? Y ¿ cómo amar al que no puede odiar y ama a todos sin distinción?

Cuando haya final os lo contaré, no prometo que sea bonito.