Un día más cruzo la puerta y me siento en la zona de siempre para escuchar el discurso del catedrático.
De vez en cuando el muchacho comenta o discute algo. Me desagrada bastante su forma de comportarse, esa maldita mala educación, aunque he de admitir que resulta cómico su afán de protagonismo, su prepotencia y su contínua preocupación por lo que piensen los demás.
A veces, cuando la ocasión lo permite, cruzamos unas palabras y resulta agradable al trato, siempre y cuando sea de tu a tu y no estemos en un grupo.
Alcoholizado bastante mejor.
Habla mucho, opina mucho, critica mucho, y se contradice mucho.
Sujeto extraño. Menos miesterioso de lo que parece en realidad y más interesante por ello.
Resulta algo triste vivir intentando ser lo que no se es. Resulta difícil querer destacar todo el rato.
Con lo fácil y gratificante que es, desde la penumbra, observar y meditar.
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