Decían
que era improbable que nevase al lado del mar y sin embargo ahora mismo cuesta
diferenciar los copos de nieve de la espuma que salpica y se eleva con el
viento. Las nubes blancas, hacinadas y aguantando la respiración, se preguntan
qué es lo que pasará a continuación. Las olas explotan saladas contra la vasta orilla.
Mientras
tanto la Nada teñida de blanco ruge como si fuera la última vez y sopla frío. Con
fuerza. Una punzada indescriptible devora vorazmente los tímpanos y congela la nariz y el pecho.
Los sentidos se confunden fusionándose. Los límites no existen cuando una de esas olas estalla al lado de la caja de energía que se aloja en la garganta.
La
costa es ahora de un color claro puro y majestuosamente tranquilo donde los ojos hierven plácidamente.
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