Rasgas el velo que se encuentra frente a ti y descubres que no es tan tupido como pensabas, que hay más de dos velas al otro lado, que las sombras que danzaban en la noche no son simples espantapájaros.
Y en esta oscura y fría habitacíón en la que te encontrabas y te consolabas, todo se ha transformado. Ahora es un cálido y gran salón desconocido para ti que te asfixia y enloquece.
Te sientes pequeña y perdida.
El candor de las velas enfría mis pies y me entorpece al andar. Me ruboriza levemente y me prohíbe hablar.
He pasado de Cristóbal a Américo.
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