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martes, 9 de agosto de 2011

Sueños

A medida que avanzaba la vegetación iba haciéndose más y más densa, costaba respirar entre tanto verde y tanta rama. Caminaba bastante despacio y con dificultad hasta que de repente se halló en un espacio circular sin vegetación alguna,  no excesivamente grande y en el que había a un lado un árbol con ramas en forma de escalera.

Decidió subir por él hasta la copa y cuanto más alto se encontraba menos nubes de hojas había y sus ojos veían más y más azul y un globo reluciente que cegaba la vista. Si echaba la cabeza hacia atrás notaba la brisa marina, no sabía de dónde provenía pero la notaba.

Hubo un momento, un descuido, en el que resbaló y cayó.

Abrió los ojos y se dio cuenta de que extrañamente se encontraba en el suelo de su habitación, bajo su cama, llena de tierra y con manchas de verdín en sus pantalones del pijama. No comprendía nada pero al salir de su  cuarto pasó su hermana apurada hacia el baño, empapada de la cabeza a los pies y con un salvavidas alrededor de la cintura, olía mucho a mar.

Esa mañana desayunó junto a su madre un montón de fresas recién cogidas, según ella en el huerto de la parte de atrás de casa. Cuando terminó se asomó al balcón y cinco pisos más abajo, en la calle, vio como su padre se marchaba a trabajar en una bicicleta vieja que nunca había visto, ¿dónde estaría su coche?

''Tienes que llamar a la inmobiliaria y acompañar a tu hermana, son las diez de la mañana y aquí nadie se pone en marcha''. Nada, que mi madre me despertó, salvándome así de la mañana más extraña que nunca había vivido.

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