La mentira es algo que va con nosotros. Está a la orden del día aunque bueno, siempre lo estuvo, ¿no?
Quién no pilló alguna vez una mentira a algún amigo, familiar , compañero...
Quién no invento alguna para salir de un embolao.
Hay gente que miente casi constantemente, exagerando, omitiendo o creando en su imaginación historietas creíbles y no tan creíbles. ¿Y todo para qué?
¿Evitar alguna situación violenta? Quizás. Quizás también adornar la vida de uno. A veces se puede mentir porque no apetece decir la verdad, es cierto, he oído casos.
Reconozco que no me gusta la mentira, como a casi nadie en este mundo. Es molesta. Pero mentiría también si omitiese que esto es algo con lo que tenemos que vivir, que es posible perdonar a un mentiroso y a una mentira, es posible.
Lo que siempre hacemos a la hora de forjarnos una coraza, de endurecernos, es lo que no es posible perdonar; mentirnos a nosotros mismos. Esa es la gran mentira. La que, por mucho que rectifiquemos, nunca perdonamos.
¿Y todo por qué?
Porque nos conocemos tan bien que sabemos, indudablemente, que volveremos a mentirnos y recordaremos como un taladro aquello que con tanto secretismo ocultamos, sin importancia ya pero que te machaca hasta el punto de querer gritar a los cuatro vientos que en tu totalidad eres la más auténtica de las farsas.
La mentira nos destruye a nosotros mismos, no relaciones ni personas, es así.
No hay comentarios:
Publicar un comentario