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domingo, 9 de diciembre de 2012

Fuera pesimismos


Por un instante me he dado cuenta de que en cualquier momento, sin pensarlo, pueden pasar de un plumazo treinta años. Treinta años sin retorno , de errores, victorias y suspiros a los que ni les pones nombre ni sabes en qué gastar porque simplemente no eres conciente de lo que te pasa hasta vacíos años después, cuando tu tiempo se agota y sientes esa misma sensación de inquietud de la juventud.

Que aunque sueñes al máximo llegará el momento en el que te plantees cuánto más podrías haber hecho y tu vida se hará insignificante. Ya no pensarás que eres especial entre el resto ni que podrás comerte el mundo algún día, porque el mundo no espera ni por ti ni por nadie y lo especial que tenías respecto a los demás era cómo ibas a aprovechar tu tiempo, mañana.

Y todo esto no es un pensamiento pesimista, para nada, es quizás una plasmación de lo que veo. Esas caras largas con veinte años, como si todo estuviese ya hecho pero quedase todo el tiempo ya no del mundo, sino del universo. Ese apalancamiento y dejadez. Ese silenciamiento de la inquietud que a todos nos corroe por dentro alguna vez y que acallamos sin miramientos.

Esto sólo podría ser una llamada de atención si en el fondo no supiera que es mi forma de acallar estos gritos sordos que me corroen una y otra vez sin saber realmente cómo encaminarlos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me encanta, Cris.