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lunes, 14 de enero de 2013

La ventana del autobús: Galicia.

A estas horas y desde dentro es difícil de percibir. Habría que apagar las luces internas y alumbrar fuera. Lo verías. Porque está, existe.
Toda una serie de parajes frescos, ricos en colores, teñidos ahora de un negro oscuro y tenuemente bañados por un, algo menos, profundo azul.
Sales. Humedad y condensación en el aire que te hace tiritar mirando a tu alrededor. El ruido del silencio como razón de ese estremecedor terror que te corroe y a la vez asombra gratamente. Adrenalina.
Mirando arriba, nubes. Nubes grises, azules, negras, sin un color definido quizás. Detrás de ellas la luna, las estrellas y otro tanto de inmenso terror.
Soledad absoluta y sin embargo con sentimiento de estar siendo observado. Sensación de seguridad momentánea.
Supongo que lo bello se encuentra también en lo terrorífico, lo irracional.
Podría ser lo que con la luz encendida en tu pequeña habitación te estás perdiendo.

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