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jueves, 4 de febrero de 2016

Sin propósitos

El 31 de diciembre de 2015 decidía no pedirle nada al año que estaba a punto de entrar. No hice la lista de propósitos típica que luego posiblemente no cumpliría. El día de Fin de Año del 2015 decidí darme una oportunidad. Pero de verdad.
Con darme una oportunidad me refería, en especial, a volverme más crítica conmigo misma. A no victimizarme, a no dejar mi ‘ser’ en manos de otros, a no culpar al mundo de lo que soy o de quién no soy. Analizarme y corregirme y asumir que tengo capacidad para ello. Porque a fin de cuentas yo formo parte de este mundo que me asquea y camino en/con él.
Fue entonces cuando comencé a sentir las incongruencias que revoloteaban en mi interior. Por qué pensaba esto pero hacía aquello y por qué hasta entonces no había sido consciente de que era así.
El mundo es una mierda llena de odio y dolor. De envidia, prepotencia, descalificaciones, insultos, egoísmo, miedo y lo más importante: indiferencia.
¡Ah, la indiferencia! Cómo engaña. A ella se llega ‘haciéndose el tonto’, autoconvenciéndose de que las consecuencias de nuestro comportamiento ‘son mínimas’ y no asumiendo la responsabilidad de nuestra libertad de decisión.
Se nos llena la boca proclamando que somos Seres Humanos, que somos animales racionales, que estamos en la cúspide de la pirámide evolutiva y en realidad somos la mayor incongruencia que ha parido este mundo. Que esta ‘capacidad’ nos viene grande, de la misma forma que a un político sin preparación le viene grande el puesto. No tenemos ni idea de lo que hacemos pero somos lo puto mejor y por eso el mundo es nuestro y hacemos lo que nos dé la gana con él y tratamos a todo el que nos rodea como nos sale del culo porque somos seres heridos que han sufrido mucho en esta vida.
Pues mirad, estoy harta y renuncio. Renuncio a aferrarme a mi ‘capacidad especial’, el ‘superpoder’ que nos hace tan destructores. Renuncio a vanagloriarme de mi humanidad e inteligencia.
Decido quererme y para eso decido, una vez más, agarrarme con todas mis fuerzas a otras de las características que acompañan a nuestra especie: la compasión y la empatía.
Mafalda decía ‘ paren el mundo que me quiero bajar’. No me quiero bajar, en absoluto. Lo único que quiero es dejar de ser eso que tanto me asquea.
Y así es como el no tener propósitos para el año nuevo hizo que encontrase un propósito para mi vida.

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