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miércoles, 5 de enero de 2011

Cuando se cierra la puerta, abres la ventana.

A escondidas observas las palomas en el tejado de enfrente, a escondidas y con temor y aunque no haya palomas, miras las tejas.
Un día como el de hoy, lluvioso y con ventisca, en la tranquilidad del ahora solitario hogar, sigue siendo así.
Y apuras el último vistazo, no vaya a ser que por la ventana te vean los de enfrente que ya alguna vez advirtieron tu presencia, o aún peor, que alguien decidiese volver antes a casa y te pillase mientras observas.
Mala cosa esto del secretismo.
Minutos después, cuatro quizás, cuando decides que ya es suficiente te apartas pero cerciorándote  de que la cortina esta bien pillada en algún mueble y la ventana sigue abierta de par en par.
Y te echas colonia, y prosigues con tu vida.

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