Desde fuera observo, con el cielo nocturno nublado. Y espero.
Es entonces cuando mil tormentas sobre mi cabeza estallan y aguanto el tirón como puedo.
He de confesar que en ocasiones tengo ganas de abandonar.
Me siento en el suelo, cae el chaparrón, me empapo y todo para qué, ¿¡para qué!?
Está claro, siempre viene un amanecer.
El mío es mañana.
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