La gente odia mi ciudad. La odia.
No los culpo, es fría, pequeña, desierta... está en ruinas.
Tiene una larga historia, para bien o para mal, aunque en sus inicios nadie daba un duro por ella. Lógico, los pescadores iban a lo que iban, qué más les daba.
El caso es que mi ciudad posee características negativas a 'tutiplén', no es una ciudad que 'entre por lo ojos' como quién dice. Más bien es la ciudad de los detalles, la ciudad de los olvidados castillos, galerías interminables y calzadas de adoquines mal colocados. Una ciudad gris azulada de día, a causa de las nubes y la lluvia, y negra anaranjada por la noche, bajo las lúgubres farolas.
Vaya, que entre paisanos la llamamos 'la ciudad fantasma' pero también 'la ciudad de las olas', 'la ciudad naval' o simplemente 'casa'. Y ahí quería llegar yo, casa, mi maravillosa casa. Esa a la que nadie va por fea, por ser cuna de algún que otro megalómano o por simple desconocimiento. Ésa que queda en la punta de la Península, más allá del AVE y con el puente de las Pías como unión con el mundo.
Esa ciudad por la que el tiempo no pasa pero hace mella y cuyos habitantes, lejos de enorgullecerse de ella y sacarla adelante se rinden y piensan, mejor dicho gritan, que es un caso perdido.
Qué puedo decir, mi casa, al fin y al cabo, aunque quede en la punta mas remota de este país, es insuperable.
1 comentario:
Por mi mejor que no guste a nadie, mas pa mi! Y es gris, está en ruinas, vive en los años 50, hay una muralla que me impide ver el mar pero aqui esta mi hogar, donde se acaba el mar.
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