Comienza el día con el gallo en silencio, las palomas iniciando el vuelo y las campanas de una iglesia cercana cantando.
Son las diez y sigo encadenada.
La boca seca y las ideas pesadas en la cabeza hacen que los párpados escuezan y no me dejen ver la poca luz que entra desde la ventana.
Estoy atrapada.
Intento mover un brazo pero desisto al instante, intento coger un trago de aire y me lleno de vida pero al instante muero y mis piernas se duermen.
Un agradable calor recorre mi cuerpo y es entonces cuando la magia de los pequeños detalles se rompe, suena el despertador y con un rápido movimiento despego las sábanas y me pongo en pie.
Comienza mi día con el silencio del gallo azotando mi ventana.
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