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martes, 29 de junio de 2010

Campanas.

Entran en la plaza más de 350 almas.
Aclaman al santo. Se sienten especiales.
Han llegado mientras yo, en la misma plaza me tumbo en mi rincón y contemplo el cielo.

Escucho campanas. Son las ocho.

Y de espaldas esas campanas parece que repican en las nubes.
Magia o tradición.

El canto de un pájaro cercano lo describe a la perfeción.

Y sobrevuelo y escalo las fachadas milenarias con una facilidad abrumadora, sin inmutarme siquiera del aire que entorpece la escritura y fomenta mi soñar.

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