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domingo, 18 de julio de 2010

Relatillo

Esta es una historia como otra cualquiera. Un simple relato en el que una pequeña, una pequeña de pelo castaño rojizo, de unos siete años, con agujeros en vez de paletas, mirada brillante y piernas llenas de moratones colgaba boca abajo de la rama de un árbol.
Era el único árbol de ese inmenso campo, a unos cien metros de su casa; una pequeñita casa de madera, con chimenea y mecedora a la entrada.
La niña observaba, desde la lejanía y boca abajo, cómo el viento jugueteaba con la vieja mecedora a la vez que lo hacía con su pelo.
Asombrada reía por las cosquillas y decidió trepar hasta la rama más alta.
Así lo hizo y desde arriba divisaba el río y la puesta de sol.
Las hormigas recorrían sus piernas magulladas pero ella las dejaba mientras las observaba con una pícara sonrisa.
No tenía ya más ocupación que contar hojas cuando cayó la noche y salieron las primeras estrellas en el campo. Estuvo un buen rato contemplando cómo se movían, su luz, hasta que se dio cuenta de que en esos momentos estaba más cerca del cielo que nunca.
Levantó la cabeza y allí estaba. Una bola de queso enorme y miles de luciérnagas.
Arrancó una ramita e intentó estirarse para ver si encontraba en ese amplio cielo un agujero en el que viviera álgún grillo cantarín. Siempre con su pícara sonrisa.

1 comentario:

Alebóndiga dijo...

Mico, te acuerdas?
se ponia boca abajo en las ramas de los arboles para crecer y no le gustaba comer guisantes.