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lunes, 1 de marzo de 2010

28.02.2010

Se acabó el fin de semana y los estudiantes colapsamos la estación de autobús. Sí, la colapsamos.
Recuerdo que entre la jauría de gilipollas perdí a mis amigas y que cuando subí y peleé por llegar donde ellas estaban ya no había sitio.
Recuerdo también pedirle a una chica-rasta si me dejaba sentarme con ella dos filas más adelante. Muy maja ella, tú.

El caso es que el viaje dura hora y media y yo, 'desgraciaíta' de mi no llevaba un mísero libro ni unos malditos cascos para entretenerme por lo que decidí relatar mentalmente el trayecto y analizar a los sujetos que me rodeaban.
Comencé por mi rastacompi. Muy maja ella, tú. En cuanto me senté se preocupo mucho por dejarme un poco del espacio vital recomendado para evitar la tensión. Muy maja ella, tú. Y rápidamente sacó un libro.
No sé si por hacerse la interesante o por intentar pasar el rato con una desconocida al lado, la cosa es que yo estaba tranquilísima y agustísimo. Más tarde comprendería que ella no, ya que al llegar a nuestro destino sólo había pasado tres páginas y no estoy segura de que tuviese mucha idea de qué iban. La pondría nerviosa, yo qué se. Muy maja ella, tú.

Observé todo con la mirada perdida, por eso de no incomodar a la gente y que se pensansen todos que yo era autista o al menos tan subnormal como ellos.
Delante tenía a una chica no-guapa que estaba sola. Al poco rato se sentó un chico feo a su lado.
Hombre, ella era no-guapa pero podía aspirar a algo más, o eso pensaba cuando los vi juntos y comenzaron a hacerse carantoñas.
Al rato, y por las pasteladas y mamonerías que se decían, sentí necesidad de suicidarme. Prometo que la sentí y no fui la única.
Un tipo que estaba al otro lado del pasillo, a la altura de las dos 'napolitanas de crema' estas, se había dormido con la cabeza hacia delante. Fue más listo que yo aunque está por comprobar que estuviera durmiendo.

Más de una vez miré la salida de emergencia del techo. Más de una, de dos y de tres.

Como los pastelosos me agotaban decidí centrarme en el señor puede-que-duerma. Tío listo con cabeza colgante. A veces hacia grhgrhgrhgrh. Tio no- roncador. Tio guay.




Acabé harta porque claro, aquí tardo medio minuto en escribir pero imagínense media hora viendo ese percal.

Opté pues por ampliar horizontes y mirar más allá. A un medio-calvo. Pobre, muy majo él, tú.

Así fui pasando el tiempo, mirando la salida de emergencia, a mis compañeros busianos y escogiendo a quién salvar en caso de accidente. Aclaro que a esas horas no me petecía dulce por lo que seguramente la parejita de enfrente allí quedase. Solos.

Bueno, llegamos a Santiago y salí por patas de aquella pocilga, entré en mi habitación veinte minutos más tarde y comencé con mi rutina.
La misma rutina cansina.

1 comentario:

LaCes dijo...

Brillante, simplemente brillante. Algún día le pondré tu nombre a una de las calle del país que regente.
Muy maja tú, tú. He dicho.


P.D: me habría gustado acompañarte en tal aventura, no sólo para hacer tu viaje más ameno, también para destrozar la feliz y dulce vida de las "cañas de crema".

P.D.2: espero, una vez más, que algún día me dediques tu más que ingenioso blog, ya que yo le pondré tu nombre a una cara creo que no me merezco nada menos...