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lunes, 29 de marzo de 2010

El ritmo.

LLevaba un día con un frenesí inusual así que optó por sentarse en su cama en posición Buda y relajarse mirando la pared del otro lado de la habitación.
Los pensamientos relampagueaban en su cabeza a una velocidad vertiginosa hasta que se acercó a la oreja el 'pasavida' plateado.
Descanso, pensamiento, descanso.
Había sido lo suficientemente tonta como para olvidar que el ritmo no lo marcaba ella. Así que con los ojos cerrados procedió a memorizar aquella tensa ausencia. Por golpes de respiración, hasta que la inquietud por la rotura del silencio desapareciera y el ansia por la llegada del futuro mitigara.
Así fue como le llegó la hora de respirar sin compás ni prisa.

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