Esto es una historia veraz, de una chica real sin metas claras (¡yo!¡yo!)
Iba por la calle, tralarí tralará con dos amigas más.
Al principio hablaba, mantenía una conversación más o menos adulta pero entonces empecé a cruzarme con pequeños sujetos; una nueva generación.
Me puse un poco enferma porque ninguno me llamaba la atención, es decir, todos iban iguales y se comportaban igual y hablaban igual con sus mismos gestos. Incluso podría decir que tenían la misma altura pero eso no sé ya si era paranoia de mi mente o qué. El caso es que odio no poder distinguir dos niños de distinto padre y ya venía calentita de casa porque no tenía ganas de salir.
Bueno, intenté centrarme en escaparates y olvidarme de esos seres 'encuentralassietediferencias' cuando caí en algo que me tocó aún más las narices.
¡No chocaba con nadie! A ver, que sí, seguramente si chocase también me quejaría pero ¿ no comprenden lo que ello significa? NADIE IBA EN DIRECCIÓN OPUESTA.
Todos, todos íbamos en la misma dirección... no comprendo por qué pero me enfadé mucho. No fumo porros y aún así mi humor varía de forma extraña. El caso es que me puse a gritar como una oveja tres o cuatro veces en medio de la calle abarrotada de robots que ni me miraron, rematando la hazaña con un 'maldita manada esquizoide'
No soy peligrosa. Al instante recapacité y me sentí rara, estúpida e invisible.
Me puse las gafas para ver si me veían pero entonces vi yo misma con mas claridad que estaba haciendo el canelo y que no cambiaría el mundo con cuatro gritos en medio de la calle.
Caí de la burra y quise llorar pero en su lugar me compré una baraja.
1 comentario:
Cada día estás peor, pero admiro tu forma de controlar la ira, vivan las compras compulsivas!!
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